domingo, 2 de diciembre de 2007

¿Debería o no debería ir a votar?

Votar o no votar he allí el dilema, parafraseando a Shakespeare. En el mundo republicano y democrático, en el mundo en que mejor se entiende el derecho a expresarse e involucrarse políticamente, no hay cabida para preguntarse si uno asume ese derecho o no, no es esa la cuestión. Votar es un derecho casi como el de respirar o comer si uno entiende que los derechos políticos son parte de la vida en sociedad, parte de la vida social, parte de los principios socialistas y democráticos. Uno no se pregunta, uno simplemente vota.

Sin embargo, cuando uno se pregunta si vota o no vota (y este es el caso especial de hoy 2/12/2007 en Venezuela, en el que se decide sobre un proyecto de reforma constitucional), hay dos razones para ello: por desidia, es decir, desánimo, desinterés e indiferencia, o por miedo. El desinterés, y por ende la falta de compromiso, es lo que tiene a los pueblos latinoamericanos donde estamos. Uno puede tener el derecho a no votar pero eso es como tener el derecho a ser asocial, el derecho a la apatía y el derecho a que no me importen los demás. Somos tan individualistas que no nos interesa de ninguna manera apoyar al prójimo ni estar comprometido con él. Ir a votar es un compromiso con los demás, es un compromiso con el presente y con el futuro. Por esta misma razón, votar es convivir y transformarse en ciudadano (ciudadano: habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país, ver Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).

Si la segunda razón para no votar impera, siempre habrá algo que está mal en la sociedad y en el sistema político. El miedo es contrario a la democracia y es parte fundamental de aquellos que utilizan la fuerza para hacerse lugar y vivir (o malvivir) en sociedad. El miedo es la base del poder a través de la fuerza. El miedo en la vida pública es el letargo y el cese de nuestras funciones y nuestras perspectivas de vivir en paz y en convivencia social. El miedo a las represalias por ejercer el derecho al voto constituye el final de todos los demás derechos, el fin de nuestra conciencia colectiva y del respeto a nosotros mismos. El miedo a votar es la garantía a la sumisión perfecta. Es el camino a perder la esperanza y los sueños de felicidad de una comunidad y una sociedad ideales. Tristemente, el miedo a votar es el fin de la ciudadanía y el comienzo de la esclavitud.

El voto es expresión y participación, el voto es hecho, es acción, está más allá de la crítica idealista y teórica. Votar significa decir "soy responsable de mi futuro, de mi familia y de mis hijos y estoy comprometido con aquellos que tienen menos que yo y con los que tienen más". Votar es una expresión concreta de los sueños, pensamientos e ideales que representan al mismo tiempo al individuo y a la sociedad. Más allá, votar es hacer historia y dejar huella. Votar
también se transforma en conciencia para exigir los demás derechos: derecho a que el Estado funcione y a que el gobierno garantice los servicios, derecho a la paz y a la seguridad, derecho a la convivencia social, derecho a tener un trabajo digno, derecho al bienestar y a la prosperidad.

La indecisión no tiene cabida en estos días. Ve a votar y confía en tu participación.

No hay comentarios: