jueves, 24 de enero de 2008

Extracto de LA PERPETUA AGONIA

La siguiente es una cita de un escrito de Jaime Bayly en LA PERPETUA AGONIA. Aunque muy dura e insensible en parte nos dice una verdad que muchas veces no queremos aceptar. Nos dice:

"... Espero que al país en que nací le vaya bien. Pero si le va mal, o si incluso le va peor de lo mal que ya le iba, no estoy dispuesto a que a mí también me vaya mal por puro patriotismo, por hacer míos los errores de muchos otros y acompañarlos lealmente hasta el final. Porque, además, los países, a diferencia de las personas, siempre pueden estar peor. Las personas, no: llega un momento en que la decadencia progresiva de su salud acaba con sus vidas. Los países, en cambio, nunca se mueren. Algunos eligen ser saludables, prosperar, aprender de los más sabios y fuertes; otros, como el país en que nací, suelen elegir, por misteriosas razones, el camino del sufrimiento, la decadencia y la perpetua agonía. Y, ya se sabe, nunca se mueren, siempre pueden estar peor..."

Quedarse o no, el dilema

Pocos, muy pocos, los "afortunados" que hemos ingresado a trabajar como profesores. Lo de colocar entre comillas la palabra afortunados es en referencia a que, en mi opinión no es una cuestión de fortuna sino de esfuerzo (aunque valgan algunas excepciones cuyo esfuerzo fue lastimero y que, sin embargo, hoy día son también parte del cuerpo profesoral de las universidades). Hasta los casos en que hubo poco esfuerzo, al menos hubo "algún" esfuerzo. Acoto esto para formalizar mi argumentación en torno a que no fue por "fortuna" sino por trabajo el llegar a ser y aun quedarse siendo profesores.

(Apuntando a los argumentos de F. Palm.) Respecto a la sociedad en general, nosotros mismos, los universitarios, somos grandes privilegiados de una sociedad que, en su gran mayoría, se resiste a trabajar. En mi opinión, no son las diferencias sociales las que crean una sociedad conflictiva, son la falta de empeño por vivir en una sociedad trabajadora. Como lo apuntó en algún momento Carlos Domingo, somos una sociedad rentista y basado en cualquier sistema de distribución siempre la repartición de la renta será desigual mientras no importen los méritos ni el trabajo ni las condiciones sociales de aquellos que desean gozar de la renta. (Vale acotar aquí que los que llamamos informales o que hacen trabajo informal, también viven de la renta porque, en mi opinión, no producen - pero esto es otra discusión.)

Este es y será el argumento de base para afirmar (ya que no importa cuan mucho o poco hayamos estudiado o, finalmente, trabajado en nuestras respectivas áreas), que nosotros, los universitarios, no somos más que un grupo de privilegiados que vivimos de la renta del petróleo y que además hacemos lo que nos da la gana (les recuerdo que a ojos de la sociedad nosotros hacemos el trabajo que nos gusta y no el que estamos obligados a hacer ergo el hombre común no puede sino preguntarse de acuerdo a sus argumentos que, aunque errados en mi opinón, son válidos, ¿por qué un profesor universitario gana tanto si no hace más que divertirse? ¿dónde está su sacrificio?). El hombre común lo nota todavía más cuando tiene la impresión de que la universidad se sustrae a la problemática social y su trabajo y sus desarrollos se limitan al "trabajo de cubículo".

Claro, este punto de vista es válido en tanto no tengamos una cultura respecto a la repartición del trabajo, sino a la renta de la riqueza. Mientras en Venezuela no tenga un sentido de vida el trabajar, el esforzarse para sobresalir, para ser mejor, esto no va a cambiar.

Acaso no se han preguntado ¿por qué en las décadas de los 70 y 80 los colombianos de a pie (no los formados y educados) vinieron a Venezuela, en un éxodo sin precedentes, debido a su situación económica y vinieron a trabajar muy duro?. Ahora, si lo comparamos con la situación actual, ¿por qué no se observa la más mínima intención de que los venezolanos comunes estén pensando en migrar a Colombia? ¿Acaso es por la guerrilla o por la difícil situación colombiana? ¿por qué no piensan en irse a Brasil, aunque la situación sea bastante buena en general (como la nuestra hace algunos años cuando todavía la renta alcanzaba para todos)? Esta es mi respuesta: ¡porque tendrían que ponerse a trabajar! Irónico ¿verdad? Es por razón que, en general, aquellos que tienen una conciencia del trabajo y del esfuerzo tienden a quedarse afuera (léase, los becados que se van al exterior).

Esta sociedad, a diferencia de la gran mayoría que conformamos las universidades venezolanas, no le tiene mucho aprecio al trabajo (es por esta razón que somos un guetto privilegiado). Esto es algo, que ni este gobierno, ni los anteriores han querido ver. Cuando votamos en las elecciones del 98, precisamente la intención de muchos de nosotros fue para que eso cambiara y, lamentablemente, no fue así, se siguió el mismo esquema de todos los gobiernos anteriores, ¿para qué vamos a trabajar si podemos distribuir la renta petrolera?

Esta falta de motivación hacia el trabajo es la que ha ocasionado que nuestra sociedad se instale en esta crisis (el paro petrolero lo que hizo fue mostrar que pasa si la renta se acaba o se elimina) que cada día es más profunda. Las consecuencias son obvias y se viven en la sociedad actual: puedo quitarle al que tiene ya que yo tengo derecho a tener también, puedo robar en lugar de trabajar, ¿para qué trabajo si ya tengo beca de una misión? Por supuesto, la capacidad de hacer un cierto tipo de trabajo y el esfuerzo asociado tampoco son importantes en Venezuela. Una triste conclusión a la que también se llegó en Cuba: si nos van a dar lo mismo, no importa que haga más esfuerzo, entonces ¿para qué me esfuerzo?

Sólo puedo advertirles que quedarse afuera, no en tanto que estudiante becado gracias a la renta petrolera, sino como un trabajador extranjero no es simple, ni sencillo, y las experiencias que se tienen pueden ser muy amargas. Decidir quedarse más que perder o irrespetar un compromiso con la institución, es un compromiso consigo mismo y con la propia familia, tanto con la que lo acompaña a uno como con los que se quedan en Venezuela. Quedarse afuera o no es un lanzamiento de dados que deja al azar y a las circunstancias cualquier resultado favorable. A veces la convicción de regresar no es más que una cuestión de ego o de miedo, mientras no se transforme en un compromiso de vida, de enseñanza con acciones, de progreso y de trabajo en Venezuela.

De allí que visto en el contexto general, ¿cuál puede ser la posición de un centro, como el CESIMO, o de una institución, como la Universidad de Los Andes, cuya base de superación es el trabajo y el mérito? Si esta situación continúa, a la larga es inevitable e ineludible aceptar la desaparición de la institución, en consecuencia no se podría plantear ninguna discusión productiva, ni crítica ni conveniente. Podemos, sin embargo, analizar el problema transitoriamente. Seguimos enviando nuestra mejor gente al exterior. ¿Podemos exigirles que se regresen a nuestro país si se dieron cuenta de que su futuro puede mejorar durante algunos años? Creo que nosotros mismos siempre hemos enseñado a los novatos y en nuestro entorno que hay que mejorar, no estancarse, buscar nuevas opciones, nuevas oportunidades, producir, ser los mejores. ¿Es qué acaso quienes se quedan afuera no están haciendo precisamente eso, tratando de aplicar estos preceptos a sus vidas? Los hemos enviado al exterior a que mejoren tanto personal, intelectual como profesionalmente. ¿Hemos sido lo suficientemente concientes de hacerles saber que estamos interesados en que regresen, pero a sabiendas de que la situación puede no mejorar? Esto es puro y simple masoquismo.

Tenemos tres opciones, creo yo, frente al hecho de que un colega se quede en el exterior (debe estar claro que debe cumplir eso sí con sus obligaciones económicas: pago de becas, préstamos u otro). La primera es quejarnos y crucificar al que se queda. Esta opción conlleva la menor cantidad de trabajo, porque no hay consecuencias ni seguimiento ni interés. La segunda es, de acuerdo a las evidencias, tomar la discreta opción de auparlos a que se queden afuera y comprometerlos aunque se queden afuera. Esta opción conlleva la esperanza de continuar trabajando y de que el esfuerzo no se pierda; es una opción hacia el futuro y tiene implícito tratar de seguir trabajando y respetar el trabajo de los que se quedan afuera. Todo esto puede quedar aquí y, entonces, la institución está cumpliendo mientras haya alguna manera de sacarle provecho. Esta es una solución salomónica pero, por ejemplo, en el caso de muchos países latinoamericanos y China y la India, ésta es la forma más sutil de invasión que se ha producido. Es decir, a la larga siempre esto se revertirá en progreso para el país.

La tercera opción, que puede complementar la segunda es, al lado de aceptar pacientemente las decisiones de los individuos, crear las condiciones dentro de la sociedad para un cambio, es decir, dejar de mirar hacia adentro y hacer que la estructura de trabajo y de méritos de la cual gozamos se transcriba literalmente en las comunidades más próximas y así, progresivamente, en el país.

La premisa del respecto por el trabajo y el mérito (junto a la tolerancia y al respeto a las opiniones que difieren de las propias) en nuestras universidades es fundamental. Esto tiene que ser cierto porque no hay manera de enseñar sin acciones (reales y concretas) que avalen lo que se enseña (de lo contrario estamos haciendo lo mismo que nuestros gobiernos, y en particular, lo que hace el gobierno actual): cumplir con nuestros horarios (puntualidad), dar nuestras clases de la mejor manera posible (trabajo), entregar nuestras correctas evaluaciones pasando al que tiene los méritos para ello (trabajo y mérito), cumplir con nuestros compromisos incluyendo aquellos "pendientes" con sus tesis y sus títulos deben terminarlos, entre otras acciones (La que sigue es mi apreciación pura y personal: me parecen más odiosos aquellos que se van y regresan sin haber hecho nada a pesar del gasto que aquellos que hacen su esfuerzo y, por azares del destino, se quedan.). Yo diría que ser parte de una misión gubernamental o del sistema de servicio social universitario, o acercarse a los colegios, a los liceos y a las escuelas primarias, podrían ser buenas acciones, si finalmente se transmite el respeto por el trabajo y por el mérito. De esta manera los estudiantes y quienes nos rodean no pueden sino darse cuenta de que hay razones para que estemos y seamos parte de las universidades. De no ser esto así, esta tercera opción no puede ser válida, sería simplemente hipocresía.

Esta es una forma, a través del servicio dentro y fuera de nuestras universidades, para que nuestro mundo cambie. Si esto es posible y estamos animados a hacer de éste un trabajo en común, seguramente esto dará a su debido tiempo las buenas condiciones que deseamos y que necesitamos para vivir en comunidad y para que aquellos que se van deseen finalmente regresar y ser parte de este proyecto, tanto dentro como fuera de las universidades.

Mientras esto no se haga, respetemos la decisión de aquellos que enviamos al exterior, independientemente de lo que piense nuestro ego y nuestras convicciones nacionalistas, es decir, siendo tolerantes de sus decisiones y de sus intereses y respetuosos del trabajo que han hecho para obtener sus logros.